viernes, 4 de diciembre de 2009

EL TRIUNFO DE LA "MANUELA" (1953)


Por Borobó, 1953

A Juan Manuel Santos, que nos preguntó el viernes, en la Puerta Fajera, si habíamos de ir a ver regatear a la “Manuela”.

Desde el yate más esbelto hasta la dorna más panzuda se fueron concentrando el domingo ante la Playa de Compostela, con el Xiabre al fondo, la mayoría de las embarcaciones de la Ría de Arosa. Predominaban, sin embargo, las de Villajuán y de Rianxo. No faltaba ninguno de los pequeños barcos pesqueros de estos dos puertos. Los de Villajuán venían escoltando al “Carmelo”. Los de Rianxo, a la “Manuela”.

Venían repletos de gente. Había motoras con doscientas personas a bordo, formando apretados graderíos flotantes. Y se iban estacionando de espaldas a Carril, mirando al muelle villagarciano del Ramal, donde estaban loas boyas que señalaban el límite del ámbito de las regatas. Los barcos a vela y aquellos de motor colmados de espectadores fondeaban para mayor seguridad, mientras alguna motora con las autoridades o con los jurados navegaba imponiendo el orden y disponiendo las pruebas. Pero había también motoras ciegas, irresponsables, de veraneantes de tierra adentro sin duda, que trazaban dramáticas eses sorteando los graderíos flotantes, y recibiendo las imprecaciones de los lobos de mar indignados ante aquellas criminales piruetas. Una de las motoras, de color gris plomo, la más ciega y alienable, pasó rozando la proa de la lancha en que íbamos una docena de personas, y chocó contra la popa de la “Isabel”, uno de los barcos rianxeiros más cargados de gente. Afortunadamente sólo le estropeó la regala, la obra muerta. Si llega a chocar de lleno y le abre una vía de agua, el número de víctimas de la tragedia marítima de San Simón, hubiera habido que multiplicarlo por tres o cuatro, o quizá por más, ya que pudieron ocurrir una serie de naufragios en cadena. Puede dar fe de esta cataclismática posibilidad el inspector de Primera Enseñanza y colaborador de La Noche, Don Rogelio Pérez (Roxerius), hacia quien iba ciega, a toda marcha, la irresponsable embarcación.

Una vez tocado este tema previo de seguridad pública, como advertencia ante otras concentraciones navales de carácter estival que se hayan de celebrar este mismo año, o en los venideros, ya es hora de indicar qué hacíamos allí tantos miles de espectadores a flote. Entre ellos muchos centenares de santiagueses, veraneantes de temporada o dominicales, en la Playa de Compostela y en las restantes, más rústicas, del término de Villagarcía.

Nosotros acudimos desde el otro lado de la Ría con los de Rianxo, tras la “Manuela” y la “Josefina” que iban a regatear contra las lanchas de Villajuán, sus eternas rivales. Cuatro años seguidos había ganado la “Manuela” al “Carmelo”, en la prueba de doce remos. Pero en el verano pasado, no se presentó la “Manuela”, por luto del armador, y no se verificó esa regata. Los remeros de ella, sin embargo, participaron en la prueba de diez remos, tripulando la lancha “Norte”, y ganaron también a los marineros de Villajuán.

Este año, según se sabía en Rianxo, los de Villajuán se prepararon concienzudamente. Afilaron, desbastaron, hasta el máximo posible, al “Carmelo”, dejándolo ligero como un esquife. Y entrenaron a dos equipos de doce remeros, para escoger a los mejores.

Los de Rianxo fiados, a la antigua española, en la improvisación apenas se entrenaron, confiados en sus músculos y en que soplase el viento. Pero eran los doce de siempre, doce remeros maduros, experimentados, el más viejo y animoso de los cuales, José Galván, cuenta cincuenta años, y está dotado de tal fortaleza, que ya pertenece a la leyenda.

Un primero de año se hallaba en una taberna de Carril este pescador. Debió farolear un poco acerca de sus éxitos, pues se armó una trifulca enorme. José Galván estaba sólo, sin nadie más de Rianxo que lo defendiera. Tal tunda de remazos le pegaron, que le dejaron por muerto en la playa. Con la fresca, al amanecer, despertó José Galván; se apoderó de una gamela que vió cerca, y remando en un desesperado esfuerzo pudo atravesar el río, la desembocadura del Ulla. Ya en tierra siguió andando una legua hasta llegar a su casa, con dos o tres costillas rotas y otras graves lesiones. Lo curó Don Ramón Baltar y quedó listo para regatear de nuevo. La “Manuela” es propiedad de su padre, reman en ella dos hijos de él y la patronea su cuñado, Juanito el Caramelo.

Estos y otros detalles se comentaban en los graderíos flotantes, mientras no comenzaban las regatas de verdad, de barcos auténticos de pesca. Primero se alineó la “Josefina”, al lado de dos lanchas de diez remos de Villajuán. Tomó ventaja desde el principio una de éstas, muy corta y manejable, ventaja que aumentó por la gran rapidez con que viraba en las boyas. No obstante, en la última vuelta reaccionaron los muchachos de la “Josefina” y sólo perdieron por un largo, entrando tercera la otra lancha de Villajuán. La gente de Rianxo se lamentaba de que su joven tripulación no hubiese regateado en la “Norte”, la lancha triunfadora, con la tripulación veterana, en el verano pasado. Mientras tanto una mujer de Villajuán, vestida de encarnado, expresaba su gozo ante el triunfo de sus vecinos, bailando un zapateado, sobre un racú.

La danza y las lamentaciones poco duraron. Iba a iniciarse la apasionante regata en que culmina deportivamente el esfuerzo marinero de la mayor ría gallega. La “Manuela” y el “Carmelo” se van a disputar la honra de sus villas, una copa y seis mil pesetas. Suena el pistoletazo y marchan con viento de popa, hacia el Ramal las dos lanchas. Va un poco delante, ligero y nervioso, el “Carmelo”. Detrás serena y potente, la “Manuela”. Vira primero la de Villajuán, pero le come terreno, con el viento en contra, la “Manuela”, que más pesada resulta mejor marinera. Hace un viraje en poquísimo espacio, alrededor de la boya de la meta y parte ya delante otra vez hacia el Ramal. Cuando vuelven, se aprecia perfectamente la ventaja que trae la “Manuela”. Saca más de dos largos al “Carmelo”, cuyo patrón agita el pañuelo en ademán de protesta. Después nos enteramos que protestaba porque, según él, había tropezado la “Manuela” con la boya.

Nada más terminar la regata se inicia otra más espontánea, entre todas las motoras y los balandros de Rianxo, para ser los primeros en llevar la noticia del triunfo al pueblo. En Punta Fincheira les esperan decenas de rapaces, que al notar la señal de triunfo parten a toda velocidad para adelantar la noticia. Casi siempre llegan tarde, pues suelen avisar por teléfono la grata noticia. O, como ocurrió el año pasado, las regatas son transmitidas por Radio Pontevedra.

Este año había un silencio sospechoso. Mientras navegábamos hacia Rianxo, discutían en Villagarcía la protesta del patrón del “Carmelo”. Pero no se pudo negar la evidente superioridad de la “Manuela”, presenciada por miles de náuticos espectadores. La confirmación de la victoria no fue comunicada, y la villa de Rianxo, esperó esta vez sin mucho estruendo a los vencedores.

Hubo bombas, no obstante, cuando llegaron más tarde de lo normal. Y mostrando la copa, se fueron a la taberna donde habían encargado las empanadas, ganasen o perdiesen. Mientras esperaban a que le sirviesen la cena, cantaba la tripulación la copla que aquí va comiendo terreno a la “Rianxeira”:

Collín, collín, collín

na veiriña do mar

amoriños e rosas

non os podo olvidar.

Más tarde, a la madrugada, se celebró el deportivo rito de beber por la copa. Y las rondas de tinto duraron hasta el alba.

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