Las noticias sobre la basura, secuela del consumismo desaforado, aparecen en los medios de comunicación, con cierto disimulo, quizá porque huelen mal y por tratarse de un pecado de todos y cada uno de nosotros. Hace muy poco, por mi periódico, me enteré de que en el Océano Índico, en una zona de corrientes giratorias, se ha formado una isla inmensa de desechos humanos, principalmente cosas de plástico; el cronista de la noticia manifestaba que incluso vieron una nevera flotando, que contenía alimentos, entre infinidad de objetos domésticos.
No es el único caso, pues últimamente leí un reportaje que daba noticia de un fenómeno similar en el Pacífico norte, que alcanzaba un tamaño superior al de España, de cuyo estudio se viene ocupando un equipo de científicos, que próximamente recibirán la visita de un descendiente de la rica familia Rostchill, constructor de un barco con material reciclado: botellas, latas y otros desperdicios, con lo que consiguió algo que flotaba.”Ten cuidado-le dijo un navegante conocedor del paraje—no te vayas a meter en aquella sopa de manera que después no puedas salir”. Recojo esta frase porque nos da buena idea de como maltratamos los mares, nuestra gran despensa.
Mucho más cerca, en puertos importantes del litoral gallego, se procedió a un dragado –creo que por imposición de la UE—y entre máquinas y submarinistas extrajeron toneladas de toda clase de objetos viejos, arrojados al basurero del mar. Y lo mismo podemos decir de nuestros ríos, algunos muy contaminados. Creo que se deberían formar brigadas de voluntarios o de parados para realizar labores de limpieza, como hacen en Pontevedra con el arroyo de Os Gafos.
Los artistas plásticos, siempre detrás de lo singular y original, convirtieron en materia estética lo que en principio parecía misión imposible y en esto fue pionero nuestro viejo amigo, Manuel Aramburu, autor de preciosos cuadros, que tenían por inspiración los materiales de desguace. Él se iba a uno de estos talleres y, ante una montaña de trozos de hierros retorcidos, descubría rincones y hacinamientos que, con su sensibilidad, convertía en maravillosos óleos.
Los hombres de Altamira pintaron sobre las rocas de las cuevas en que vivían; pero, al cabo de muchos siglos, alguien descubrió que era mejor pintar sobre un lienzo, montado en un bastidor, al que se le ponía un marco y luego se colgaba en la pared del salón, para decorar. Fue una forma de expresión en dos dimensiones, que llegó a alcanzar cotas inefables, como Las Meninas, por ejemplo. Volviendo a nuestros días, brotaron por ahí grupos rebeldes, que pretendieron crear arte en tres dimensiones –aparte la tradicional escultura, tan antigua—y de esta manera llenaron las salas de exposiciones de basura y cosas extrañas; eran tipos que decían sentirse asfixiados haciendo marinas, floreros, niñitos con rizos y así, y semejante locura la contagiaron a sesudos críticos, que hallaron tesoros de belleza en platos rebosantes de materia fecal, que calificaban como “simbología sincrética de lo galáctico eterno”, cuando no se trataba de un basto zurullo ornado con un lacito, que se vendía al módico precio de 5.000 €.
Hay más cosas: leí una revista cultural que dedicaba varias páginas al “Land Art”, nacido en EEUU, una de cuyas ilustraciones mostraba 10 montículos de arena, alineados a lo largo de la sala, con lo que se intenta la “desmaterialización de la obra de arte”.¡Menudo museo de tan moderno parto tenemos nosotros en las milenarias dunas de Corrubedo!.
De todas formas, persiste la pintura tradicional; eso sí, muy entreverada de extravagancias, pues aún se topa uno con lienzos emborronados a brochazos, o con unas rayas en aspa, o un único puntito azul en el medio o una simple tablilla, sin nada, pero si con la etiqueta del precio, nueve mil euros, muy barato como cuadro, pero una estafa como madera.
Contra esta legión de advenedizos, cuentistas y engañabobos que nos asedia, se acaba de producir ¡al fin! un movimiento que se denomina “Hartismo” y que quiere decir ¡basta ya! a tanta bazofia, que ya está bien de tomarle el pelo a la gente.
Haciendo un resumen de todo lo expuesto, diré que el panorama de nuestro tiempo es altamente contradictorio. Hemos acumulado grandiosas novedades en el conocimiento del espacio y, bajando al suelo, se vienen produciendo frecuentes descubrimientos, de tipo científico y técnico, que nos prometen un Paraíso terrenal a corto plazo. Y todo este maravilloso presente y porvenir florece rodeado de mierda por todas partes, acumulada en valles y montañas, suburbios de ciudades, océanos y ríos... ¿Y saben ustedes que alrededor de la Tierra gira un anillo de restos metálicos, de todos los tamaños, en cantidad incontable que ya viene preocupando a los sectores responsables?..Pues sí, gracias a nuestra admirable ingeniería, ya contamos con una corona de basura metálica en el camino de las estrellas.
Cuando pasados unos siglos, si entonces aún queda algo vivo y pensante, esta época, que no sabemos cuándo rematará, será conocido como Era Cacazoica o Era Escatológica, con toda razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario