lunes, 25 de enero de 2010

CONSIDERACIONES SOBRE LA CULTURA GALLEGA

Por Máximo Sar


El programa “Luar” que presenta Gayoso en TVG, nos mostró un vídeo sobre el “Baile de Las Penlas” que, según el diccionario de Eladio Rodríguez, significa “niñas ataviadas que en la procesión del Corpus llevan a hombros, representando la alegría”y, en efecto, de eso se trataba: de dos chavalitas, como de un par de años, guardando el equilibrio, con sus piececitos apoyados en los hombros de dos señoras, que se movían al ritmo de la gaita, agarrando dos cintas que salían de la cintura de las niñas, que, según los síntomas, lo estaban pasando de maravilla. Un locutor, refiriéndose al curioso espectáculo aseguró que aquello era un entrañable botón de muestra de la “cultura redondelana”.

Si nos fijamos en A Estrada, en pleno Carnaval, nos encontramos con su insólito desafío de los “generales”, representantes de supuestos ejércitos enfrentados, que asombran por la propiedad y fausto de los uniformes que visten, en un estupendo estado de conservación, y el enjaezado de las caballerías; lo único que no nos convenció, la única vez que asistimos a uno de estos actos, fue la falta de ingenio en los diálogos de los dos altos “jefes”, deficiencia achacable a los guionistas. Por lo demás, todo digno de ver.

Muy cerca, otra muestra de la genialidad popular, es “a rapa das bestas”, de Sabucedo, algo muy fuerte, en el que mocetones bien alimentados se agarran a la cabeza y cuello de caballos semisalvajes, que el día anterior los bajan de los montes, organizándose en el curro una lucha entre el hombre y la bestia, en la que ésta es derribada y humillada con el corte de su gran mata de crin. Hay auténticos fanáticos de nuestras “rapas” (que se repiten en otros puntos), acudiendo de toda España por las fechas en que tienen lugar.

Los habitantes de Moraña, donde tengo muchos amigos, podrían salirme al paso para decirme, más o menos:”¡Oiga!, nosotros contamos con conocidos vestigios prehistóricos; pero, si nos acercamos a nuestro tiempo, ahí están los “Milagros de Amil”, una de las más multitudinarias romerías gallegas, rodeada de circunstancias hermosas y típicas, y nuestros asados anuales, que hoy atraen a miles de personas. Son florones de nuestra cultura peculiar, que nos distinguen de otros pueblos. Y tendrían toda la razón.

¿Y qué decir sobre Pobra do Caramiñal, con su única, original, emocionante y fúnebre “procesión de las mortajas”, pasmo de nacionales y extranjeros, que contemplan como hombres y mujeres, salvados de graves enfermedades por el Nazareno, caminan tras los ataúdes, dentro de los cuales irían si no fuera por la divina intercesión?.

El acervo cultural de Padrón cuenta nada menos que con el armónico grupo de rocas ciclópeas ubicado en el monte Santiaguiño, desde el cual es tradición que predicó el Apóstol y la columna o pedrón a la que amarraron “a barca da pedra” sus discípulos, y la losa que al recibir el cuerpo santo se ablandó milagrosamente haciéndole cama.¡Algo grandioso para una pequeña villa ser el germen de toda la tradición apostólica y de la Ruta Jacobea, por la que caminan hacia Santiago gentes de toda Europa desde los comienzos de la Cristiandad! ¡Y en la que nació y se crió un premio Nobel!

Lo expuesto es a modo de ejemplo, puesto que podría seguir enumerando comarcas y pueblos poseedores de una cultura propia, producto del genio local o de los avatares históricos, y, en cada uno, la lista de manifestaciones culturales, sería muchísimo más rica.

A lo largo de siglos, nuestros pueblos (al igual que otros del resto de España) vivieron aislados, sin apenas relación con sus vecinos, porque cada uno se bastaba a si mismo y, por otra parte, no había medios de comunicación o eran pésimos y esta situación se prolongó hasta hace relativamente pocos años. Recuerdo que la villa en que nací me parecía siempre igual y que así sería por toda la eternidad: las mismas personas, las mismas fiestas y costumbres sociales.

Siempre lo mismo. Cambiaban los funcionarios únicamente y si alguna vez se veía por las calles a un tipo mal trajeado y desconocido, resultaba ser el “hombre del saco”.

En este campo de soledad, en el seno de cada grupo, se irían modelando esos aspectos espirituales de que se enorgullecen los descendientes de aquél. La misma muiñeira, que es símbolo de enxebrismo, ofrece importantes variaciones, en los puntos y la vestimenta, incluso dentro de la misma área observada.

Para terminar, a mi juicio, la cultura gallega no es un todo monolítico, sino un espléndido mosaico.

jueves, 21 de enero de 2010

CON PERDÓN DE ROSALÍA (II)

Máximo Sar


Como papa miudiño

unha boa lacoada

despois de media empanada

e unha garrafa de viño.


Tamén orballa a modiño

polas veigas de Lestrobe,

namentres o noso homiño

entre que roe e que bebe

nin se decata que chove,

e molla sopas no prebe.


O nubeiro verte orballo,

que enchoupa veigas e brañas,

e o gorxón deste traballo

inda merenda castañas:

¡E que chova, que carallo!

martes, 19 de enero de 2010

CON PERDÓN DE ROSALÍA

Máximo Sar


Como come miudiño

nunha tasca de Laiño

unha boa lacoada,

dúas racións de empanada

e unha garrafa de viño.


¡Cómo chove por Lestrobe!

E o lambón, bebe que bebe,

e logo roe nos callos

-mentres que en Lestrobe chove-

e molla sopas no prebe.

sábado, 16 de enero de 2010

EL PLANETA DE LOS INSECTOS

Por Máximo Sar

Quien me aficionó a la observación de la Naturaleza, fue un compañero del “Colegio Scientia”,que, por los años de la guerra civil, funcionaba en la calle Montero Ríos, de Santiago. Se llamaba Manuel Fraga Rodríguez y, no obstante su juventud, era un entusiasta entomólogo y poseía una colección de mariposas, realmente importante. En sus horas libres se pasaba el tiempo indagando cosas relativas a su afición y recuerdo que una tarde me llevó hasta el Bosque de la Condesa –hoy absorbido por el campus--,y allí, en un sendero, encontramos una gran hilera de procesionarias, orugas que se alimentan de la hoja del pino y que se trasladan en procesión, hasta llegar a un nuevo tronco, por el que trepan y forman unos nidos algodonosos. Entonces, lo que hizo mi amigo, con gran habilidad, fue juntar la parte posterior de la última oruga con la cabeza de la primera, transformando el desfile procesional rectilíneo en un perfecto círculo y así estuvieron, dando vueltas varios días, hasta que perecieron por hambre o extenuación.

Hace años me dediqué a criar gusanos de la seda, partiendo de una cajita con huevecillos que me mandaron de una institución levantina, a petición mía. De las ramas de morera, que es su comida preferida, me tenía que aprovisionar a la salida del Puente Chaín, donde vegetaban tres o cuatro antiguos ejemplares. Cuando nacen los bichitos casi hay que verlos con lupa, pero roen como condenados, noche y día, de manera que yo tenía que ir a Portas diariamente para tenerlos contentos. Llega un momento en que son como pequeñas salchichas de transparencia rosácea y entonces había que ponerles unas ramitas secas para que entre ellas tejiesen el capullo dentro del cual se metamorfoseaban en crisálidas; si no las matabas al vapor, a su tiempo salían las mariposas, que inmediatamente se apareaban y luego venga a poner huevos frenéticamente.

Otro que se dedicó a esta lúdica actividad en la villa de Caldas de Reis, fue Celso Domínguez propietario del “Bar Termas”,con la facilidad que le suponía contar con una terraza sombreada precisamente por moreras.

Habrá quien crea exagerado, que me gaste las neuronas en tratar de algo, aparentemente tan despreciable, como pueden parecer los insectos. Pero quizás cambien de opinión cuando sepan que la clase de los tales comporta más de 700.000 especies y que tienen una enorme trascendencia como polinizadores de muchísimas plantas o iniciadores de la cadena trófica para numerosos animalitos. De manera que, sin ellos, es probable que nosotros no hubiéramos existido jamás. Menos mal, que de unos años acá, hemos empezado a mostrarles nuestro aprecio y ya es relativamente corriente que en algunos restaurantes te ofrezcan grillos al ajillo o ensalada tibia de saltamontes con vermes fritos. Tomen nota, pues, los lectores y vayan reconociendo el interés que para nosotros mismos tiene esta enorme parcela del reino animal.

Hay muchas cosas curiosas que contar; pero yo quiero resaltar un bichito que parece insignificante, pero que no es tanto. Me refiero al mosquito del vino, que me retrotrae a la década de los 70, un tiempo en que yo acudía diariamente, con un buen amigo, a un bar del pueblo donde servían un auténtico Rosal artesanal. Para mayor tranquilidad nos servían en un comedor del primer piso y el vino nos lo traían en una botella exactamente igual a un matraz de laboratorio: figura esférica y cuello largo. Pues bien, cuando llegábamos a la tarde siguiente, si la botella no había sido retirada, estaba totalmente negra: eran millones de mosquitos que tapizaban su interior, me imagino que para aprovechar los restos. Lo más sorprendente, contra la creencia popular, era que se trataba de moscas -una variedad--, nada menos que la “drosófila melanogaster”, que viene prestando inmensos beneficios a la investigación científica, porque, debido a su corta existencia y su proliferación, permite conocer, a corto plazo, el resultando de experiencias sobre la herencia genética.

Ya dije quien me metió en estos berenjenales; pero, ya con pocos años, mi curiosidad por la vida, en todas sus variantes, era patente, a lo que coadyuvaba la extensa huerta con que contaba la casa de Padrón, donde nací y viví mis primeros quince años. Eran más de dos hectáreas de terreno a frutales, labrantío y jardín, un campo estupendo para el estudio de la fauna local. Me encantaba atrapar mariquitas (“coccinella septempunctat, ¡ojo!) para verlas corretear por la palma de mi mano, hasta que llegaban a la punta del dedo índice y allí separaban sus preciosos élitros, desplegaban unas alitas como papel de seda y salían volando a comer pulgones. En septiembre, casi siempre encontraba algún “lucano cervus”, o biscorna, que imponían respeto con su exagerada cornamenta, pero eran inofensivos.

También en el otoño solía entregarme a un apasionante deporte, que consistía en atrapar una mosca, atarle por debajo de las alas un hilo y sujetar una punta del mismo con el dedo contra una pared, a la espera de que acudiera alguna de esas feroces avispas que visten traje de presidiario, a rayas negras y rojas, y se apoderase de mi oferta proteínica y cuando al fin una la aceptaba me hacía ilusión ver como salía el hijo ondeando al viento.

Pero el espécimen que más me intrigó, hasta casi traumatizarme, lo vi por primera vez una tarde luminosa de estío. Surgió de no sé dónde y tal era su velocidad que sólo alcancé a distinguir un cuerpo alargado, con una alas que se movían a velocidad mecánica, se introdujo en una flor y reculó, sin dejar de aletear rabiosamente, y huyó disparado hacia un huerto colindante. Lo vi otras veces, pero jamás con detalle, hasta que una tarde, muchos años después, en el exterior de la casa que tenía el finado “Borobó”, en Trebonzos (Boiro), surgió súbitamente “mi” insecto preferido y añorado; estuvo libando un rato en una buganvilla y se fue.

Posteriormente, por una película documental, me enteré que se trataba de una “esfinge colibrí”, una maravilla de la naturaleza que no he vuelto a ver.

Nos vemos.

sábado, 9 de enero de 2010

LA VELOCIDAD NO ME VA


Máximo Sar


Ayer, entre el conjunto de muertos, asesinados, desaparecidos y víctimas de violencia de género, en que consiste el contenido de la información que nos dan los telediarios, ví, durante unos segundos, un tren bala chino, deslizándose por las inmensas praderas de tan vasto país, como un bello ente extraterrestre, fulgurante relámpago de plata, que debió de ser un error de programación, porque de inmediato transmitieron la imagen normal de un coche esnaquizado en una autopista y dos cadáveres en el asfalto, envueltos en papel albal dorado.


A mi me apasionan estos artilugios del siglo XXI, aunque la mayoría provengan de más atrás, como símbolos de la fabulosa capacidad de conquista que tenemos los humanos, después de una atroz lucha contra la naturaleza, que comenzó cuando el primer homínido mató al oso para vivir en su cueva. Desde luego, a mi me parece placentero y prodigioso ver como el “Ave”vuela a través de Al Andalus --que dicen los moros reivindicativos—y saber que muy pronto transitará entre nuestras ciudades más importantes, aunque personalmente opino que para nosotros más bien parece un juguete de lujo, puesto que las grandes urbes gallegas están bastante próximas entre sí, de manera que cuando el “Ave” arranque de A Coruña, a 400 kms hora, al llegar a Padrón tendrá que ir echando el freno, para no estrellarse al llegar a Vigo y, por otra parte, yo no advierto en los alrededores a mi alcance, que la gente tenga tanta prisa, como lo acredita la corriente observación del obrero que vemos correr hacia el tajo cargado de tableros con el aparente afán de ponerse a la tarea, pero que al ser llamado desde la puerta del bar por su amigo Manolo, después de jurar que lo que tiene entre manos es urgente, entra en el establecimiento, después de arrimar la carga en la pared, se acerca al mostrador, enciende un pitillo, pide una cerveza y charla con el amigo sobre el último partido. Por último ocurre que nuestro paisaje, sobre todo orillando el litoral de las Rías, es de ensueño y hay que degustarlo demoradamente. Comprendo que los adelantos son necesarios, si queremos progresar, porque siempre hay alguno que le da por tomarle gusto al trabajo. Fuera de tales casos el mejor medio de locomoción para disfrutar del entorno, es el que nos proporcionan nuestras piernas.


Esto no es óbice, obstáculo, cortapisa, valladar, traba o impedimento, para que todavía me quede embobado mirando un Boing volando a once kilómetros de altura, con una luz intermitente y dos penachos de vapor de humos contaminantes o esos gigantescos trasatlánticos que se ven ahora, capaces de acoger un pueblo entero y lo que se tercie. Son espectáculos que no me cansan.


Lo que pasa es que yo nací y me crié en una época dominada por la lentitud .Recuerdo, cuando jovenzuelo, aquellos viajes de Santiago a Vimianzo, a bordo de ómnibus destartalados, que cuando llegaban a un repecho de la carretera cargada de baches, se paraban de repente; los viajeros descendíamos, dábamos unos paseítos y recogíamos moras –si era tiempo--, mientras el chófer se colaba bajo el vehículo, asomando sólo la punta de los zapatos, en tanto el revisor le iba suministrando llaves, martillos, aceiteras o lo que el técnico le iba solicitando, como en un quirófano. Una hora más tarde se reanudaba el viaje, pero era raro que no se repitiese la avería y que incluso los viajeros tuviésemos que empujar un rato el decrépito mastodonte, cargado de cestas, con un gallo asomando la cabeza, maletas y sacos de repollos, hasta llegar a lo alto de la cuesta. Algunos se hartaban de largar tacos, ganándose la reprobación del revisor porque había señoras delante; pero, para mi, era una excitante aventura.


Lo que me cogió de lleno fue el auge de los gasógenos, una secuela de la guerra, cuando la gasolina andaba escasa .El invento consistía en un aparato acoplado en la parte posterior del auto, que contenía una cámara donde, por combustión incompleta de combustibles sólidos, se producía un gas que lo hacía andar, con muy pocas ganas, exhalando un olor fétido, por encima. Era lo que había y cuando estalló la II G.M. se utilizó con profusión en toda Europa.


Pero había más cosas, ideadas, en principio, para transportarnos de un punto del globo a las antípodas, a velocidades no imaginables; pero que, por imperio de las circunstancias, iban a paso lento, lo cual ocurría con el tren. In illo témpore, yo iba de Santiago a Vilagarcía, con unos amigos, durante la temporada veraniega, para bañarnos en Playa Compostela, a donde llegábamos bastante pronto, porque hasta Carril todo era cuesta abajo y el convoy, una vez que arrancaba resbalaba por los rieles, impulsado por la fuerza de la gravedad y su propia inercia.


Lo peor era al regreso, porque entonces marchábamos cuesta arriba y la locomotora emitía unos jadeos agónicos que la humanizaban hasta dar pena. A pocos kms. de La Esclavitud, bufaba, patinaba y, al fin, se detenía. Entonces descendíamos al sendero que había para uso peatonal y nos acercábamos a Varela, el maquinista.


--¡Pero, home, que xa son as once e media da noite!

--¿E qué queres qué faga? Esta máquina quere carbón de Cardif e, como non o hai, botámoslle o que atopamos polo camiño.


Efectivamente, a unos 50 metros una luz de linterna nos permitió contemplar al fogonero, acompañado de un voluntario, apañando en un pinar piñas secas, ramaje, fieitos, toxos y cualquier cosa que ardiese.


Volvimos a nuestros asientos y así como dos horas después echó a andar aquella locomotora que hasta creo que era la “Sarita”, de Camilo J. Cela, que daba unos silbidos penetrantes, aunque un tanto amariconados (la máquina, claro).


Yo sigo admirando la supertecnología, esos “aves”, de 400 kms. hora y los satélites artificiales que orbitan La Tierra a más de 20.000 kms. hora; pero en el fondo de mi corazón, añoro fuertemente el pasado y su lentitud de caracol.

martes, 5 de enero de 2010

RIANXO: Poesía de FERNANDO GARCÍA ACUÑA a ROSALÍA DE CASTRO

Por Xosé Comoxo e Xesús Santos


Rosalía de Castro morre o 15 de xullo de 1885. Todos os xornais reflectiron a noticia:

“Ya desapareció de entre nosotros la representante más genuina de nuestra poesía regional: ya voló a las regiones de la eternidad la gloria más legítima y respetable de nuestra querida tierra: ya subió al cielo la que, mejor que nadie, cantó las tristezas y las alegrías del sufrido y laborioso pueblo gallego”

O Círculo de Artesanos da Coruña, convoca en agosto de 1885, un certame de poesía con catro premios: dous en galego e dous en castelán, co título “ROSALÍA DE CASTRO”, para honrar a memoria da poetisa morta.

O xurado sería presidido por Emilia Pardo Bazán.

Son convocadas as catro Deputacións, o Claustro da Universidade de Santiago, os Institutos de Ensinanza de Galicia e os Concellos de Santiago e Padrón:

“Rogando a estas corporaciones que envíen a la velada un representante de su seno, a fin de que esta solemnidad no sea solo el Círculo de Artesanos, sino que sea Galicia la que honre a Rosalía de Castro”

Unha das poesías premiadas, con mención honorífica, está asinada en RIANXO por Fernando García Acuña. Poeta nacido en Cuba en 1861. Rematara a carreira de médico en Santiago en 1884. A súa residencia, ao menos en xuño de 1885, estaba en Betanzos. En Rianxo tamén escribe a poesía, “Remember”, en agosto de 1885.

¿Estaba a pasar as vacacións en Rianxo ou exercía de médico na vila? Esa pregunta queda pendente de contestar.

A ROSALIA CASTRO

(Poesía premiada con mención honorífica en el Certámen literario de La Coruña, el 2 de Setiembre de 1885)

LEMA.

¿Porqué viste de loito a pátrea miña,

A pátrea d’os poetas?

(O autor)

¡Bendito sex’ó sol ó sol d’a groria

Qu’os mundos alomea,

E ó mesmo dalle vid’a á frol d’os campos

Qu’á musa d´o poeta!

¡Bendito sex’ó sol! digo cen veces

O ver que n’esta terra,

Verce d’os xénios, e d’os xénios tomba,

Alent’á fé gallega;

E n’as áas d’un subrime pensamento,

Hoxe Galicia enteira,

A ó probe reiseñol d’as nosas grorias

Dedicall’unha ofrenda.

E canto d’ésta sorte porque sinto

Eiquí n’a miña testa,

Ese fogo d’os ceos que m’inspira

E á outras rexiós me leva…!

I

¡Ou Galicia suspira miña xoya,

Suspira amada terra;

Estás triste n’as tuas evedades

Chorand’as tuas tristezas.

¡Ou Galicia! Tua pátrea morosita

D’os prados e d’as veigas,

D’as fontes, d’os regueiros e d’os rios

Onde ti te reflexas;

A terra d’s paxaros e d’as froles,

Da brís e mais d’as niebras;

Ti á pátrea melancónica que choras

Com’á naiciña tenra,

Tomba d’aquel Aguirre que levaba

De libertá á bandeira,

¿Que tés, que che socede, porque choras

Galicia feiticeira?

¿Porqué tocan doridas pouc’á pouco

A’s campás d’as eirexias,

E ó povo triste está é aló n’o ceo

O sol non Alomía?

¿Porqu’as froles dos campos caldenantes

Non s’abren boniteiras,

Esparcindo n’os aires o’s prefumes

Que n’o cális encerran?

¿Que teñen os paxáros que non cantan

Aló n’a carballeira,

E á font’e ó regueiro non marmuian

Xentís como d’aquela?

¿Que teñen, que cobertor o’s teus oídos

Hox’están pol-a’s brétemas,

E as fadas n’a sua língua misteriosa

Suspiran é se queixan?

¿Porque viste de loit’a patrea miña

A patrea d’os poetas?

¿Qué pasa, que socede, que hastr’as ondas

D’o prácido Sarela,

Parés que fuxen e bicar non queren

O’os xuncos d’as ribeiras?

II

¡Todiña triste está, Doridas ximen

D’a-y-alma a’s cordas tenras

¡Que para sempre morren a pobre pomba

D’as soedades gallegas!

¡Que morreu Rosalía dino todos,

E chorando sua perda

Tod’aquel que se tén por bó gallego

Dedicall’unha ofrenda.

¡Rosalía morreo! Nunc’o seu nome,

Qu’ó xénio d’os poetas

Vive sempre n’os ceos infinitos

Ond’a groria alomea¡

FERNANDO G. Y ACUÑA

Rianxo (Rías Baixas) Agosto 1885.

sábado, 2 de enero de 2010

AS ESPERAS

Por Máximo Sar


NO BANCO


Eu sempre entro no banco ou na caixa con desconfianza, porque son fáciles obxectivos dos ladróns, centroeuropeos o de outras latitudes, que, só pasar a porta, berran: “¡Todos ao chan, que isto é un atraco, e o que chisque un ollo fica sen el!”, ao tempo que che meten a punta da pistola tras da orella. Endexamais pasei por tal apuro; pero cando estou dentro, na cola, fago un estudo psicolóxico do que chama o timbre... e non son eu só.

Non sei que pasa nestas oficinas, que os que están a falar co empregado, mesmamente semella que confesan os seus pecados, que deben ser moitos. Normalmente son pailáns que non saben por onde andan.

--E mire vostede: estos númaros que veñen eiquí enriba son os meus intreses?

--Non señor, son claves.

--¡Ah,claro! –di o cliente, que non entendeu un carallo--¿E se ven por eiqui un meu sobriño que é algo pillabán e pide cartos da miña parte?.

--Estea tranquilo, que somentes pode retirar efeutivo desta libreta ou vostede ou quen teña poder do Notario.

Nisto chaman á porta e os da cola, que agora somos máis, ollamos para o novo, que é pequeneiro, con mostacho e bastante coxo, o que parece serenarnos porque non pode correr.

--¿E se o sobriño –insiste o pesado—lle pide o Notario un papel deses?

--Non llo da, se non vai vostede a firmar con el.

--Eu firmo polo carallo; que traballe, que ten bo lombo.

Segue a conversa sobre outros aspectos da mesma cuestión e non sei a onde chegarían, porque perdín a paciencia e largueime, total eu só quería que me cambiaran un billete de vinte por dous de dez.


NA FERRAXERÍA


Outro sitio ao que tes que ir con tempo, e disposto a te aburrir, é á ferraxería, porque eu, cada vez que vou, hai un cliente vestido cun mono, e unha chea de ferranchos raros enriba do mostrador, e ao outro lado un dependente a se explicar. Precisamente, onte tiña na man un chintófano, que non sei para qué sirve, do cal desenroscou unha peza e amosouna como unha gran cousa.


--É o millor que temos da marca Uwitherm; ti aplícalle o reóforo e esquécete.

O obreiro dálle voltas á peza entre as mans.

--¿Leva selector?

--Ten selector, botón expansif e corrector.

--¿Non a roen os ratos?

--Deso nada, porque vai protexido por unha capa de colaxín repelente.

--¿E non terás outra cousa por aí?

--Home, téñoas de melanita con polinivil, microcursor e reactivador automático, e outras máis que inda me chegaron onte e que non son machiembradas, que levan soldadura de lumerolh nos remaches e imbricadora retardada no resto; pero non son de tan bo resultado.

Pasou unha hora e seguen no estudo do aparato.

--Bonito é, e o cabezal non digamos. Inda o podes poñer enriba do aparador, que os módulos de contacto nin se notan.

Pasou outra media hora, e entón tocoume a min.

--¿Qué vai ser, señor?

--Quería dous reais de alcaiatas (dixen encollido).

Doume o que lle pedín, pero o peor foi o remate do negocio, porque, fai uns anos, pagabas con cen pesetas, dábanche a volta e largábaste. Agora, non. Agora, dende que viñeron os ordenadores os ferraxeiros botan como media hora co rato na man, levando o cursor de paseo pola pantalla, pinchando aquí e acolá; logo repiten a xogada por si acaso, e despois revisan o rexistro para ver se están alí os meus dous reais, por fin a maquiniña fai un ¡tin! e sae por unha regandixa a nota do custo da miña mercadoría.

É que o progreso elle así.